Aunque compré un billete de tren desde la estación de Liubliana a Postojna (11,6 € ida y vuelta), ese tren nunca vino. En su lugar, habían puesto un autobús para ir hasta allí directo. Tardaba unos 40 minutos.
Cuando el bus llegó a Postojna (pronunciado Postoina) nos bajamos solo 6 personas: dos coreanos, yo y tres chicas que resultaron ser de Castellón y con las que me puse a hablar.
Las chicas estaban haciendo un interrail e iban ya super reventadas, aparte de que apenas hablaban inglés y estaban perdidísimas.
Por suerte nada más llegar a Postojna está todo súper bien indicado y lo único que hay que hacer es seguir unas flechas que te bajan desde la estación hasta el centro del pueblo, directos hasta la oficina de turismo.
Pero no hizo falta entrar a preguntar dónde estaban las cuevas, porque también estaba perfectamente indicado.
Las cuevas de Postojna son un trayecto de 1:30 horas andando y la entrada a la cueva cuesta 16 €. Hay otras cuevas conocidas en Eslovenia, que son las de Skocjan, que tienen el mismo precio.
Desde las cuevas, si se sigue andando por la carretera, hay 2 horas y cuarto de camino (unos 10 km) hasta el castillo de Predjama (Predjama grad, jama significa ‘cueva’ en esloveno).
Pero la solución más solicitada suele ser tomar un autobús que tarda solo 30 min en llegar allí. El autobús te incluye la ida, la vuelta y la entrada al castillo por 9,5 €.
El castillo es uno de esos curiosos lugares aptos para poner en un artículo de turismo sobre lugares insólitos del mundo. Con efectos especiales, podría ser un castillo súper tétrico también, porque la particularidad del castillo es que está incrustado dentro de una montaña.
Es mucho más sorprendente por fuera que por dentro. Por dentro, está dispuesto en plan museo, y te dan una audioguía con la entrada que te va contando la historia del castillo en español.
Por fuera, han colocado tapices rojos en las ventanas, a juego con las plantas del entorno.
Al recorrer de vuelta el camino para el autobús a Liubliana, tuve que adelantarme a las chicas para decirle al autobusero que se esperara a que las otras subieran la cuesta, porque iban que no podían ni con su alma, y todavía les quedaban varios días de interrail por delante.
En el bus conocí a una eslovena de diecinueve años que no sabía lo que era el Erasmus y se lo estuve contando. Se llamaba algo que sonaba como «Nature». Le costaba hablar inglés y me dijo que intentaba aprender español viendo telenovelas.
Tiene que ser raro, con tan pocos habitantes que tiene este país (solo 2 millones), tiene que haber un momento que casi conoces a toda la gente de tu edad.